Con el nacimiento de su segunda hija , en 1955, Cirlot se enroca y se aleja hacia el centro. Comienza un decenio de introspección y aislamiento entre sus contemporáneos. En esta época se dedica profundamente al estudio de la simbología, bajo el influjo de Marius Schneider. Asimismo profundiza en sus conocimientos de la Edad Media, de la mística, del paganismo celta, del hecho religioso, y todo aquello que excita su curiosidad natural.
En Cirlot el término simbolismo se amplifica, se extiende, con sus estudios de la Cábala, la gnosis, los místicos árabes, el catarismo, el tarot. Sus lecturas repasan autores como Mircea Eliade, H.P. Blavatsky, René Guénon, Jung o Eliphas Lévi. La acumulación de nuevos conocimientos y experiencias conducen a una de sus obras cumbres: el ‘Diccionario de Símbolos’, que edición tras edición es una referencia mundial, y que de alguna manera preparaba el camino de su próxima explosión poética.
No nos puede extrañar esta evolución de Cirlot, de hecho representa una búsqueda de las raíces del surrealismo en los simbolistas de finales del siglo XIX. Los pintores adscritos al Simbolismo nos muestran unos cuadros de contenido mágico, donde el símbolo significa algo que trasciende, que surge espontáneamente del inconsciente. Este dictado del inconsciente es el que más tarde se manifestará de forma radical con el surrealismo.
Este mismo Negro es el que alcanzó Mark Rothko (1903-1970), pintor reconocido por Cirlot en su artículo de la Vanguardia en que relacionaba la pintura con la música : ‘Rothko y Scriabin, paralelos entre colores y sonidos’. Sin duda las pinturas de Rothko debieron impresionar al poeta por su aparente desolación, su desnudez cuidada hasta la minucia, su luz mágica y unos colores recién nacidos de otro mundo.
En su última época, de 1966 a 1972, resurge su vena poética. Es curioso como de la visión de una mujer en la película de Franklin Schaffner: “El Señor de la Guerra”, se desarrolla una impresionante obra poética, toda una nueva mitología.
La relación de Cirlot con el cine fue intensa y profunda desde siempre. La fórmula cinematográfica en que se desvelan los contornos de la vida cotidiana, suprimiendo todo lo superfluo, condensando el tiempo externo en bits de tiempo interno, se revela como la fórmula de la Poesía:
La relación de Cirlot con el cine fue intensa y profunda desde siempre. La fórmula cinematográfica en que se desvelan los contornos de la vida cotidiana, suprimiendo todo lo superfluo, condensando el tiempo externo en bits de tiempo interno, se revela como la fórmula de la Poesía:
“ Y el Universo entero es Nuestro, con sus desolaciones y sus incendios furiosos, con su música de explosiones y sus ilimitados desiertos ávidos.”
La mujer de aquella película que visionó en julio de 1966 se llamaba Bronwyn, y es la doncella que vence al hombre. Cirlot la descubre como el reverso de la Ofelia de Hamlet, y es por el amor que el señor de la guerra siente por ella que lo pierde todo, hasta su vida. Libro tras libro Bronwyn se va transformando hasta asimilarse a la Shekina, el aspecto femenino de Dios. Así se convierte, de alguna manera, en el resumen del símbolo de la mujer como vehículo de reconciliación con la totalidad cósmica.
Bronwyn sintetiza asimismo el mito de la Vida Muerta y del ‘amor irreal que se torna verdadero por la vivencia’, experiencias ambas que se viven intensamente en las oscuras salas de cine: “ Hace poco vi en una película a la actriz Inger Stevens que murió hace unos meses. El hecho de ver, en color, moverse, actuar, vivir, sentir, hablar a una persona ya muerta, y de que las filmotecas permitan que dentro de siglos puedan aún aparecer esas imágenes, me hizo meditar sobre la esencia del cinematógrafo.”
Pero Cirlot ve en Bronwyn algo más. Quizás por una de aquellas sincronías divinas en que intuye su enfermedad, quizás su muerte, dice Cirlot:
“Lo que llamo Bronwyn es el centro del lugar que dentro de la muerte se prepara para resucitar; es lo que renace eternamente.”
Bronwyn presenta la madurez poética de Cirlot. En los dieciséis libros que componen la serie se plasman todos sus conocimientos sobre simbología y arte medieval, y en ellos experimenta, construye y destruye. Las formas poéticas abarcan desde el soneto hasta la más espectacular poesía permutatoria o fónica, pasando por el verso blanco o la prosa poética; múltiples formas, desde las más tradicionales a las más vanguardistas.
“Las ruinas de las runas en la roca
hablan de que yo estuve en este mundo,
donde el mar y la tierra de las nieblas
se funden y confunden.
Los demonios me buscan por los campos,
se disputan mi espada, mi armadura,
mis manos, mi cabeza, mis entrañas.
Mis hogueras de hierro se amontonan
y mis restos oscuros aún humean.
Mensajera del más allá, tu vienes
con forma de mujer, pero el abismo
se cierne junto a ti tan dulcemente.”
Bronwyn, fue convertida en mito cósmico, y de su nombre permutado hasta surgió un idioma inventado. Un ejemplo de versos en este idioma son los siguientes, que se han de escuchar más que leer, y que de pronto, se convierten en oscuras invocaciones atávicas, que Cirlot mismo calificó de “rito verbal”:
“Yrb
“Yrb
row
nwb
Rwynyr nyrwynyr byrwynyr
Wyn Yrw “
Cirlot descubrió la poesía combinatoria como confluencia de dos vivencias: la música atonal de Arnold Schoenberg, y la Cábala profética de Abraham Abulafia. Para liberar el alma, el místico judío, buscó un objeto de meditación que la estimulara, y lo halló en la ciencia de las combinaciones de las letras del alfabeto hebreo, que son consideradas constituyentes del nombre de Dios.
En Bronwyn la poesía se hace síntesis y la palabra explota en el vasto vacío de la página:
“Abrazada,
“Abrazada,
abrasada.
No abras nada.”
Leyendo su “Salmo de la Batalla” nos podemos imaginar a Abdul Alhazred invocando el poder del Necronomicón:
“Ha llegado la hora de arrancarme los ojos
más allá de las rocas del paisaje rugiente.
Ha llegado la hora de cortar los cordajes
de ese globo de rosas que entre tus dedos tiembla.”
Sin duda hay un Cirlot por descubrir, hay unas joyas de poemas que vibran en los registros akásticos del Universo:
4 comentarios:
Recordo que ja vas dedicar un text a Cirlot al "Lovecraft Magazine". Però fa temps que no revisito la meva col·lecció de l'LM i, ara mateix, ni tan sols la tinc aquí a ma, així que no sabria dir si és el mateix escrit d'aleshores... Molt il·lustratiu, en qualsevol cas...
Esmentar-te que, tanmateix, jo mai no he arribat a aprofundir més en l'obra d'aquest senyor (potser, també, perque no soc molt de poesia propiament dita). De tota manera sí que soc molt admirador tant de Dalí com de Lovecraft... I de la fascinació pels mons i abismes ignots dels somnis, i tal i etc...
Armi.
REpassar una mica Cirlot mentre espero el pròxim post que s'està resistint a sortir....
Sóc un mal lector de poesia, tot i que Cirlot sí que m'agrada. però perquè el vaig conèixer a través del seu fantàstic "Diccionario de símboles", que fa molts anys que m'acompanya.
Gran post el d'avui, Astrum!
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