Hay veces en que te gusta pasear para olvidar. Era uno de esos días sombríos de Barcelona en los que te pierdes por su niebla hasta llegar al ‘Cementerio de las Películas Olvidadas’, un laberinto de oscuros pasillos con estantes repletos de cientos de miles de DVD’s que forman una tétrica videoteca que conduce al abismo. Luz y tinieblas que guían tus pasos hacia las garras de un director maldito.
Creo que muchos de vosotros me entendéis, porque habéis estado allí, y habéis sucumbido a los lastres del destino hasta perder el último euro en una película de nombre erróneo y desastre comercial. Ese día salí de la tienda con ‘Las chicas de Copacabana’ entre las manos, y me dirigí hacia el Arco del Triunfo para redimir mis culpas.
Las tapas del DVD eran sugerentes, y bajo cuatro culos prietos leí la siguiente sinopsis: “Juanita, Jean y Hans son tres jóvenes estudiantes que viven juntos en París. La chica, muy sensual y libre de perjuicios, satisface amorosamente a los dos muchachos, que con ella tienen resuelto el problema del sexo. Buscando aventuras, deciden visitar Brasil, lo que para ellos significa el descubrimiento de un insólito mundo de belleza y placeres de todo tipo. Por fin, totalmente satisfechos de haber gozado de la música más rítmica y cautivadora del mundo y contentos por haber descubierto los secretos de alcoba más ocultos, han de recurrir al papi de Hans para que les vaya a buscar porque se han quedado sin blanca. Pero resulta que el padre es un caballero que une a sus millones un temperamento alegre y juvenil, incorporándose a las juergas de todos ellos.”
Para esta película de 1981 Jess Franco buscó a unos actores jóvenes y desconocidos : Michele Hermes, Jerôme Foulon y Leonardo Da Costa, que aparecen como tres mosqueteros proclamando :’todos para uno y Juanita para todos’, con lo cual ya imagináis el desmadre. De cualquier forma Jess no puede evitar incluir en el reparto a Lina Romay, por supuesto, y de paso invita a un ‘grandioso’ actor Víctor Méndez.
Uno de los aspectos más destacables de la película es precisamente que es una comedia sin pretensiones, que no intenta nada, nada de nada, ni divertir, ni explicar, ni narrar, de hecho es solamente un montón de imágenes en diferentes secuencias y con diálogos que seguramente se improvisaron sobre la marcha. Aún hay más, Jess aprovechó las imágenes que un videoaficionado rodó durante sus vacaciones del famoso carnaval de Río, sambódromo incluido, y las insertó a su manera entre sus secuencias de samba y fiesta. Me imagino a Jess en la sala de montaje, junto a Lina, y diciendo:’pues ponemos unos fotogramas aquí… un poco allí… oye Lina, no nos quedan aquellas imágenes del hundimiento del Titanic que utilizamos para Fu Manchú… ves a buscarlas.’
Cualquier otro hubiera vuelto a la tienda a reclamar y poner una denuncia por daños y perjuicios, pero entonces descubres las palabras de Francesco Cesari y te tranquilizas:
‘En el universo multiforme de Jess Franco la búsqueda de la verdad tienen lugar en diversos niveles: desde el más profundo y misterioso de sus películas oníricas hasta el más desvergonzadamente superficial de las comedias, donde el espacio imaginario, roto y reflejado, parece recomponerse a sí mismo para crear una visión ordinaria y ostentosamente banal.’.
Cesari denomina a este tipo de películas de ‘Cine Grado Cero’, porque no hay un punto de vista de la cámara, la cámara no filma la cámara simplemente mira. No se puede definir mejor, así que no me molesto en protestar y me siento en el sillón para ver pasar la tranquila tarde del domingo.
De pronto recuerdo la imagen de unas manos que avanzan sobre un pecho desnudo, suavemente, como una araña en busca de su presa. Unos dedos acarician tiernamente el puntó máximo de las convexidades femeninas, allí donde la primera derivada se anula y los variables se pervierten. Estas imágenes no son de Copacabana, las recuerdo de una película de Jess, pero no sé exactamente cual, es igual, de una forma u otra están en todas.