martes, 19 de mayo de 2009

Lust for Frankenstein



La doncella de las cicatrices
brat nuhra

¿mala ? vitam
in tenebris trahere
haced luz
Durante las últimas horas de este mundo he recordado la primera película que visioné de Jess, protagonizada por (supuesto) Lina Romay y que me contagió con el virus de la ‘horroerótica’. Se llamaba ‘Lust for Frankenstein’ (1998) y había invadido el disco duro de mi ordenador bajando por la ‘Escalera de Jacob’ a lomos de un ‘emule’ presumiendo de ser la nueva versión del mito proteico de Mary Shelley.


Después de diez minutos de ver la película no entendía nada. Estaba en inglés y el extraño argumento incluía escuchar un disco, supongo que al revés, para captar los mensajes del más allá de naturaleza satánica (también supongo). ‘Vaya bodrio!!’, pensé en silencio mientras mi estómago se revolvía como si fuera continente de la lucha eterna entre el bien y el mal, pero como nunca me gusta dejar una película a medias sufrí como todo ser humano sufre para llegar al final y ver toda la película.


sus ojos son las puertas
abiertas
criatura del éxtasis
rosa de tinieblas

 En la película Lina es Moira, hija de un músico llamado Frankenstein, que resulta ser el descendiente del célebre doctor que dio vida al mítico monstruo. Moira regresa a la casa de sus padres donde en sueños recibe la visita de su ensangrentado padre, que le da las claves para la recreación del monstruo de sus ancestros.


Porqué esta película generó en mí tal degeneración que convirtió a mis electrones en un simulacro de ‘enana blanca’ colapsando en la inmensidad del espacio infinito (?).


Para explicarlo tendría que contar una historia que en cada uno de sus detalles es una realidad estocástica y que por su naturaleza, dado que cada entidad inteligente la ‘crea’ por su interacción y participación en ella, nos presenta un mundo quántico poblado de incertidumbres que la matemática del caos describe a su manera.


estaba
en un lugar demasiado humano
oro
noche
eternamente

 Tras una de las míticas reuniones en el ‘Aladern’ de Barcelona, un lugar de potencia poética en que se concentraban los seguidores de Lovecraft, el azar objetivo quiso proyectar mis próximos pasos hacia Suiza. Las referencias a este país transitaban entre Heidi y el queso de vaca, pero los espíritus de Byron y Giger me animaron a someterme a una estricta dieta de carne cruda, de manera que pudiera contagiarme así de su atmósfera de melancolía, tragedia y terror.


En busca de la mitad oscura de Suiza viajé hasta Ginebra y dejándome guiar por el ‘Jet d’Eau’ que preside el lago Léman quedé atrapado por su tráfico, visitando las calles de la ciudad hasta el primer objetivo, visitar Villa Diodati, el lugar donde se reunieron un grupo de poetas románticos una noche de verano para contar historias de terror y parir a un monstruo.


En el margen derecho del lago Léman, en la próxima localidad de Cologny, allí estaba de repente la mansión, y en aquellos momentos recordé la histriónica interpretación de Hugh Grant en la película ‘Remando al Viento’. Actualmente la carretera separa Villa Diodati del lago, al mismo tiempo que una verja de hierro separa al visitante de la villa, que no está abierta al público.


Allí estaba, al pie de la carretera, mirando con emoción el lugar donde Lord Byron desafió a sus amigos a escribir una historia de terror y donde unos días más tarde el grupo estuvo discutiendo sobre si el principio de la vida podía ser descubierto y si los científicos podían dar vida a un cadáver fabricado con partes humanas. Discusiones típicas del enfrentamiento entre el romanticismo y el positivismo inglés que originaron en Mary Shelley la terrible pesadilla que se transformó en el origen de su famosa novela ‘Frankenstein’.


Sin duda ‘Frankenstein’ se puede considerar la primera obra de una variante de la literatura fantástica que llamamos Ciencia-Ficción. Desde entonces muchos científicos han tenido un dilema al presentar sus trabajos: escribir un artículo para el ‘Scientific American’ o aprovechar el material para hacer un bonito relato de ciencia ficción.


Pudo imaginar Mary que su monstruo acabaría siendo, por la gracia de Jess, una criatura femenina de grandes pechos y tremendas cicatrices enmarcando su cuerpo?. Una criatura encarnada en Michelle Bauer y que muy pronto revela sus más bajos instintos proyectando golpes y frustraciones de forma compulsivo-destructiva sobre la vida sexual de la pobre Moira y sus amantes.


En la película se superponen las imágenes en un ejercicio experimental de libertad absoluta para castigar las pupilas del espectador con regueros de sangre. También aparecen varios conocidos como Analía Ivars (madre), Amber Newman (stripper) y Pedro Tembouri (Carlitos), mientras las maduritas carnes de Moira se funden con el castigado cuerpo de la criatura en un desaforado libertinaje que al final nos resulta atractivo.


Aquella noche junto al lago la ‘Mensajera del más Allá’ me guió de forma perversa en un retorcido Sueño:


Entonces comenzó a oírse ¡Milagro! ¡Milagro! y a los hombros de cuatro fieles fue traído un sarcófago negro de barro cocido. Levantada la tapa surgió de su interior una extraña doncella, muy pálida, llena de cicatrices y absolutamente silenciosa, que avanzó rápidamente entre los fieles.


de un sueño
agonizaré junto al
recuerdo

 En medio del silencio más absoluto yo sentí que la esencia del espíritu se iba adueñando de mí hasta que me aproximé a la resucitada y con el hondo dramatismo del que espera la salvación de su alma en su respuesta le pregunté:


¿Eres verdaderamente cartaginesa?




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